En el año 2005, en el Rock Hard Coffe de Key West, Florida, Yazid Manou, periodista independiente, inició la investigación de un telegrama que un amigo suyo le había hecho conocer. Fanático por Jimi Hendrix como otros lo son de Dios, consideró que el pedazo de papel que temblorosamente asía entre sus manos daría la vuelta al mundo, pues ahí mismo, al pie de él, se leía claramente la firma del guitarrista de Seattle, aquel revolucionario ícono de Woodstock. Fechado el 21 de octubre de 1969, el telegrama estaba dirigido a Paul McCartney y llevaba, además de la firma de Hendrix, también la de Miles Davis, trompetista y compositor, y la de Tony Williams, baterista y compositor de jazz: “Tocaremos juntos este fin de semana en Nueva York”. STOP. ¿Qué dirías de encontrarnos “al bajo”? (se referían al bajo eléctrico que McCartney tocaba en Los Beatles). STOP. Paz…”
En 1969, Miles Davis estaba a la búsqueda de nuevos sonidos. En cuanto a Tony Williams, se trataba del más grande baterista que había conocido Davis, al punto de que había tocado con la crema y nata de la batería mundial, y claro, había que sacar partido de su talento. Ansioso por concebir un proyecto estelar, y precedido de una habilidad innata para dar forma a los singulares planes que imaginaba, en octubre de aquel año, justo después de Woodstock, Davis reparó en que Jimi Hendrix había quedado sin grupo. Cabía preguntarse: ¿por qué el guitarrista más grande de todos los tiempos, el que había puesto en boga en la guitarra eléctrica el efecto wah-wah (término jazzístico que se refiere al sonido con sordina, y que como impresión electrónica produce mediante un pedal tonos similares a la voz humana, se hallaba solo? La respuesta es sencilla. La policía y la aduana no habían apreciado para nada, obviamente, que Hendrix hubiera introducido ingentes cantidades de heroína a Woodstock, el colosal escenario de la música, el consumo, las flores, y el amor libre expresado en la dualidad paz y amor; y que una gran cantidad de ella se hubiese distribuido a la luz del sol, libremente, en especial por su bajista Noel Redding, integrante, junto con Hendrix y Mitch Mitchell, del resonante trío Experience Hendrix (Electric ladyland, tal vez su mayor suceso), y quien huiría más tarde, provisto de esa sustancia, hacia destino desconocido.
Envuelto en ese difícil trance, Hendrix sabía que aproximándose a Miles Davis podría salir bien librado de ese problema. Y así nació la idea del siglo: el telegrama. Invitar a McCartney a tocar con Davis y Williams, y por supuesto con el gran Jimi. La respuesta, fechada el 22 de octubre de 1969, y revelada no hace mucho por Yazid Manou en el Hard Rock Coffee de Praga, lacónicamente decía: “Referencia, cable recibido de Jimi Hendrix, Davis y Williams. Paul McCartney ausente de Londres por vacaciones. STOP. Su regreso está previsto para dentro de dos semanas”. STOP.
Muchos se preguntan hasta ahora qué habría pasado si el encuentro de un fin de semana de octubre de 1969 hubiera tenido lugar. Posiblemente el rumbo de la música, y de las vidas de ellos (no hay que olvidar que al año siguiente murió Jimi Hendrix y se disolvieron Los Beatles), habrían girado como una veleta. ¿Quién sabe? Al parecer McCartney jamás supo de ese telegrama, y Yazid Manou, apasionado por este episodio, trabaja en obtener un comentario de él. Mientras, al margen de especulaciones distantes de toda realidad, queda contra los ánimos frustrados el poético lenitivo de que Jimi Hendrix era zurdo, como lo es Paul McCartney. Y eso crea lazos...