Lo que la tecnología está logrando en este floreciente siglo XXI no deja de asombrarnos. Su desarrollo a toda prisa no da tiempo para sentarse a reflexionar hasta qué punto puede alcanzar este progreso, al parecer sin límites, pues la fértil creatividad del hombre supera hasta lo que él mismo pudiera imponerse como máximum, y más aún para quienes no tomamos parte activa en dicha evolución científica.
Esto, en resumen, supone que el hombre emplea a todo poder su creatividad concibiendo nuevas formas de artes mecánicas o industriales, y el hombre común termina por ser, en esta armazón triangular, un simple operador de éstas, pero también (tal vez ensayando una forma de consuelo) un ejecutor imprescindible para el genio de aquél.
Y en esta trabazón todo aquello que guarda relación con la vida cotidiana va transformándose considerablemente, y más aún si hablamos de dinero ya que las reformas en esta materia alcanzan extremos nunca antes sospechados.
James A. Dorn, profesor de economía de la Universidad de Towson, es un convencido de que aunque el sistema monetario actual no desaparecerá de la noche a la mañana, el dinero electrónico o digital, como medio de intercambio será un hecho, y "permitirá privatizar la oferta de dinero, ganar intereses sobre pequeñas cantidades y facilitará a la gente tener cuentas en bancos ´offshore´, pues su carácter anónimo y su rédito seguro lo harán ampliamente atractivo".
Hasta los propios directivos de la banca central vaticinan el fin del papel moneda. Uno de ellos, Jerry L. Jordan, presidente del Banco de la Reserva Federal de Cleveland, sostiene que "así como el dinero fiduciario reemplazó al dinero respaldado con reservas de oro, los débitos y créditos electrónicos serán las fórmulas predominantes de efectuar pagos, creando por consiguiente un potencial significativo para que el dinero privado compita con el dinero emitido por los gobiernos".
O cuando en Internet se ofrezcan servicios bancarios "offshore", "sin costo o con cargos mínimos para transferir fondos, habrá un éxodo de los bancos comerciales hacia ese sector ´offshore´, libre de toda regulación gubernamental", como explica Lawrence White de la Universidad de Georgia.
Y como concluye el profesor Dorn todo esto tendrá un efecto demoledor: la reducción de la demanda por dinero del banco central, lo cual ocasionará que las autoridades monetarias reduzcan el circulante para evitar la inflación; y si el público adopta la receta de reemplazar dinero fiduciario por dinero electrónico lo más probable es que la banca central terminaría cerrando sus puertas.
Pero para que ello no ocurra, deberá ser imperativo -juzgo- que los Congresos y ministerios de Hacienda estimulen la transición del papel moneda hacia esta innovación financiera -el dinero electrónico- a través de un marco legal amplio y cuidadoso que resguarde derechos de propiedad, expanda mercados, proteja el valor del dinero, etc.; y, principalmente, que los bancos centrales se amolden a este renovador orden financiero mediante recursos o postulados normativos igualmente apropiados, pues, de esta postura racional depende, al fin y al cabo, su existencia. Tan simple como eso. ®
Esto, en resumen, supone que el hombre emplea a todo poder su creatividad concibiendo nuevas formas de artes mecánicas o industriales, y el hombre común termina por ser, en esta armazón triangular, un simple operador de éstas, pero también (tal vez ensayando una forma de consuelo) un ejecutor imprescindible para el genio de aquél.
Y en esta trabazón todo aquello que guarda relación con la vida cotidiana va transformándose considerablemente, y más aún si hablamos de dinero ya que las reformas en esta materia alcanzan extremos nunca antes sospechados.
James A. Dorn, profesor de economía de la Universidad de Towson, es un convencido de que aunque el sistema monetario actual no desaparecerá de la noche a la mañana, el dinero electrónico o digital, como medio de intercambio será un hecho, y "permitirá privatizar la oferta de dinero, ganar intereses sobre pequeñas cantidades y facilitará a la gente tener cuentas en bancos ´offshore´, pues su carácter anónimo y su rédito seguro lo harán ampliamente atractivo".
Hasta los propios directivos de la banca central vaticinan el fin del papel moneda. Uno de ellos, Jerry L. Jordan, presidente del Banco de la Reserva Federal de Cleveland, sostiene que "así como el dinero fiduciario reemplazó al dinero respaldado con reservas de oro, los débitos y créditos electrónicos serán las fórmulas predominantes de efectuar pagos, creando por consiguiente un potencial significativo para que el dinero privado compita con el dinero emitido por los gobiernos".
O cuando en Internet se ofrezcan servicios bancarios "offshore", "sin costo o con cargos mínimos para transferir fondos, habrá un éxodo de los bancos comerciales hacia ese sector ´offshore´, libre de toda regulación gubernamental", como explica Lawrence White de la Universidad de Georgia.
Y como concluye el profesor Dorn todo esto tendrá un efecto demoledor: la reducción de la demanda por dinero del banco central, lo cual ocasionará que las autoridades monetarias reduzcan el circulante para evitar la inflación; y si el público adopta la receta de reemplazar dinero fiduciario por dinero electrónico lo más probable es que la banca central terminaría cerrando sus puertas.
Pero para que ello no ocurra, deberá ser imperativo -juzgo- que los Congresos y ministerios de Hacienda estimulen la transición del papel moneda hacia esta innovación financiera -el dinero electrónico- a través de un marco legal amplio y cuidadoso que resguarde derechos de propiedad, expanda mercados, proteja el valor del dinero, etc.; y, principalmente, que los bancos centrales se amolden a este renovador orden financiero mediante recursos o postulados normativos igualmente apropiados, pues, de esta postura racional depende, al fin y al cabo, su existencia. Tan simple como eso. ®
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