domingo, septiembre 07, 2008

DON DINERO

Preocupado por el asunto de los valores, me senté el otro día a reflexionar en todos ellos -o casi- que existen o no en la concepción privativa de cualquier habitante que, vertiginosamente, pasa por este laberíntico, alocado, pero seductor mundo. Acudí entonces a varios libros, y presté atención, primero, a los llamados inmutables e independientes, como la justicia, la belleza y el amor; a los absolutos, como la verdad y la bondad; a los inagotables, como la nobleza o la sinceridad. Me enfrasqué luego en los valores morales, y ahí encontré, entre los íntimos, al respeto, la honestidad, la tolerancia o la lealtad; y entre los sociales, a la libertad, a la solidaridad o a la paz. No pude menos que solazarme ante el esfuerzo del ser humano para declarar normas morales o para predicar fórmulas aparentemente invariables acerca de lo que es conciencia moral. Pero cuán ingrato y complicado resultó para mi inquieto espíritu descorrer el velo de la verdad única de nuestro mundo, del gigantesco valor que lo domina sin oposición y que destruye a todos los anteriores con un guiño tan sólo. Así que, atribulado por el hallazgo, cerré todo libro, y abrí el de la verdad pura, el que me enseñó cuál es la señera, indivisible y omnipotente deidad que subyuga al mundo. Para ser más preciso, no se trata de un libro, sino de una inagotable letrilla, como su nombre...

Poderoso caballero es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero es don Dinero.
Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado
es hermoso aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es galán y es como un oro;
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Son sus padres principales,
y es de noble descendiente,
porque en las venas de oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Mas ¿a quién no maravilla
ver en su gloria sin tasa
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla,
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.
Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos,
no pierde su autoridad;
pero, pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y pues hace las bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
mirad si es harto sagaz,
sus escudos en la paz,
que rodelas en la guerra;
y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Francisco de Quevedo (Madrid, 1580- Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)

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