miércoles, julio 16, 2008

VIVALDI Y EL ESTRÉS


PARA TOMAR EN CUENTA

Como saben, nací en Potosí hace ya algunas décadas y actualmente vivo en La Paz. Estudié derecho y música, aunque debo confesar que, desde siempre, la música ha conmovido más profundamente mi alma, motivo suficiente para situarla en un lugar de privilegio en mi vivir cotidiano y en mi existencia toda. Así, desde muy joven, me apasionaron la vida y obra de aquellos grandes espíritus artísticos que han dejado en este mundo la huella profunda e imborrable de su genio. Cómo no sentirse hondamente cautivado por la maciza producción de los grandes maestros polifónicos, como Palestrina u Orlando di Lasso, o por el canto gregoriano, cuyo ritmo libre y melódico despierta las más diversas sensaciones.Y cómo no gozar, asimismo, de la música vibrante de Los Beatles o de la de míticos artistas de la segunda mitad del siglo XX, como Cat Stevens, Joan Manuel Serrat, Sting o Bruce Springsteen, verdaderos receptores del legado musical de los antiguos trovadores y juglares. Hasta aquí ya podrán advertir cuán trascendente es para mí la música; pero no sólo en teoría, pues, como maestro de coros que soy, la disfruto ejecutando las creaciones que ocasionalmente llegan a mis manos. A veces, en momentos de meditación, me pregunto: ¿será posible que alguien pueda quedar inconmovible ante una sinfonía de Beethoven o ante un delicioso lied de Schubert? No lo creo, como tampoco puedo concebir que alguien demuestre indiferencia hacia el arte mayor de Astor Piazzola, de Louis Amstrong o de Queen. Pero claro, hay tendencias, estilos y géneros musicales que, específicamente, como en todo, imponen un sello especial en el proceso de búsqueda y aprehensión del hombre. En lo personal, es el barroco el que ha tenido la virtud de transportarme hacia escenarios estético-musicales subyugantes, pero también hacia confines remotos de mi ser interno; esto último merced a una cualidad que ha rebasado mi capacidad de asimilación racional. En efecto, luego de tanto convivir con la música barroca, noté un buen día una mágica relación entre esa sonoridad fantástica y exultante y mis circunstanciales estados de ánimo, notablemente más serenos y distendidos luego de su audición. Obsesionado por este singular hallazgo, recurrí a libros y autores a fin de encontrar una explicación científica. Di con una, entre muchas la más satisfactoria, que expongo brevemente: en la década de los años sesenta, el psiquiatra búlgaro Georgi Lozanov descubrió que mientras sus alumnos escuchaban música barroca alcanzaban una mayor capacidad para almacenar y memorizar información, relativa principalmente al aprendizaje de idiomas. Lozanov encontró la explicación en el tempo de sesenta a setenta golpes por minuto, "semejante al del corazón humano en reposo". Ello condujo a que tanto Lozanov como muchos de sus colegas coincidieran en que, de manera general, la música -y la barroca particularmente- inducen a entrar en un estado de conciencia alterada, especialmente propicio para el aprendizaje. A partir de tales experiencias, otros investigadores, dedicados específicamente al estudio de las ondas cerebrales, han llegado a la conclusión de que la música barroca estimula las ondas asociadas a la relajación alerta y a la sensación de calma; al punto de que científicos como K. Haray y P. Weintaub recomiendan que para lograr un estado profundo de paz y tanquilidad es menester escuchar una determinada y cuidadosa selección de obras barrocas, sugiriendo en especial las siguientes: La Trucha en la mayor, de Schubert, para piano y cuerda; el Concierto para guitarra, en re mayor, de Vivaldi; el Concierto para flauta, en re, de Vivaldi; el Concierto Nº 21, para piano, de Mozart, y el Concierto para arpa, en si bemol, de Haendel. Como corolario de estas investigaciones, las diversas organizaciones que en definitiva le han concedido a la música barroca cualidades terapéuticas importantes, vienen desarrollando programas de relajación, mediante cintas magnetofónicas, para oyentes interesados en apartarse y desconectarse del estrés de la vida moderna. En ellas es posible escuchar obras tales como el Adagio, de Zipoli; el Canon, de Pachelbel o el Adagio, de Albinoni. Según Csikszentmihalyi, "la música ayuda a estructurar la parte de la mente que la percibe y, por lo tanto, reduce el desorden que sentimos cuando una información caótica interfiere en nuestro objetivo. Escuchar música aleja toda sensación de aburrimiento y ansiedad y, si se hace en serio, puede conducirnos a un estado de captación". Ello supone, naturalmente, que al escucharla en forma dinámica, y no como fondo, llegue a afectar nuestro estado mental, produciendo diversas sensaciones; pero, fundamentalmente, placentera tranquilidad. A mi juicio, quien mayormente ejerce esta sensación de bienestar es Vivaldi, a través de las Cuatro Estaciones, cada una de ellas de inmensa fuerza expresiva y belleza musical. Más adelante intentaré describir lo que cada uno de estos conciertos expresa, pero permítanme antes dar una breve semblanza de Vivaldi.
ACERCA DE VIVALDI
Antonio Lucio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 en Venecia, en la parroquia de San Giovanni in Bràgara, "recibiendo el bautismo de urgencia debido a su débil constitución". Aquejado de asma, y probablemente de problemas cardíacos, aprendió a tocar el violín con su padre y apoyaba a los instrumentos de cuerda de la orquesta de San Marcos. Se ordenó sacerdote en 1703, luego de haber servido como ayudante de párroco. No ingresó a ningún seminario, por lo que su investidura sacerdotal la obtuvo como consecuencia de su ayudantía parroquial, requisito válido en aquel tiempo para ordenarse. Debido al color rubicundo de su cabello recibió el sobrenombre de "il preto rosso" (el cura pelirrojo). A los veinticinco años, Vivaldi ocupó una plaza creada especialmente para él en el "Ospedale della Pietà" (Hospital de la Caridad), "para hacer cada vez más perfecta la orquesta y darle a la música una mayor pureza de sonido". En su época era corriente que los Ospedali tuvieran un coro de niñas y una orquesta. "Trabajando callada e infatigablemente mejoró la calidad de la orquesta del Ospedali della Pietà, de modo que ésta aventajó con diferencia a los demás Ospedali y, debido a su depurada técnica, se la comparó incluso con la orquesta de la Ópera de París". Escribió más de cuarenta óperas y más de setenta obras corales sacras. Pero sin duda que las composiciones más grandiosas son sus cerca de quinientos conciertos de violín, calificados como "más bellos y más cálidos que los de J.S. Bach". Cabe mencionar que éste resaltó siempre la magnífica impresión que los conciertos de Vivaldi ejercían en él, al punto de que arregló varios de ellos para órgano y otros instrumentos. El maestro murió en Viena el 28 de julio de 1741.
LAS CUATRO ESTACIONES
¿Qué pasa cuando la música nos conmueve, cuando afecta nuestros sentidos? Indudablemente que la mente despierta y toma conciencia de ella, pues interpreta el mensaje que proviene de sus sonidos. En efecto, si escuchamos por ejemplo una música de ritmo vivo, dinámico y fuerte, "las terminales nerviosas de nuestro cuerpo sienten las vibraciones de esta música y comienzan a vibrar con mayor rapidez e intensidad, estimulando todo el sistema". Esto nos afecta de manera tan poderosa, que en una combinación mental y física sentimos profundamente el efecto de la música. Se ha producido entonces un fenómeno que induce a que nuestra sangre y nuestros nervios reaccionen hasta el estremecimiento; sin que, tal como describirían algunos investigadores, "veamos que salga nada del piano o del violín, y que pase por el aire hasta nosotros". Lo que sucede es que se pone en funcionamiento una ley de características muy especiales: la ley de las vibraciones. Estas vibraciones musicales recorren la atmósfera y llegan a nosotros impresionando nuestro sistema nervioso, originando de esta manera el gusto y las inclinaciones por los variados géneros de música. Al respecto, y aun a riesgo de pecar de exceso, pienso, y siento, que las vibraciones musicales más profundas, penetrantes y estremecedoras que llegan hasta nosotros se trasmiten a través de las Cuatro Estaciones de Vivaldi, es decir de los conciertos la Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno, cuya expresión, belleza y carácter descriptivo "constituyen un hito sin precedentes en la historia de la música". (Recomiendo que si no la tiene aún, compre una buena versión de estos cuatro conciertos. Hay muchas y de magnífica calidad que vale la pena tenerlas). Escuche cada concierto muy atentamente de acuerdo con lo que describe cada movimiento (ayúdese con visualizaciones o imágenes mentales).
La Primavera, Op. 8, nº1, Concierto en Mi Mayor RV 2691
Allegro
Este movimiento se inicia con una melodía alegre e intensa que recuerda la llegada de la primavera; en su desarrollo se escucha el canto de los pájaros y el suave rumor del agua que corre. Repentinamente, se abate una tormenta de primavera, con lluvia y viento; calma luego y vuelve a escucharse el canto de los pájaros.
Largo e pianissimo sempre
En éste, se describe con exquisita belleza la tranquilidad de la estación, adornada magistralmente por el suave movimiento de las hojas y las plantas, la diáfana brisa y el ladrido de un perro a lo lejos.
Largo
Se expone aquí una deliciosa melodía bailable que alegra una reunión campestre de ambiente festivo y popular.
El Verano Op. 8, Nº2, Concierto en Sol Menor RV 3151
Allegro non molto
En este movimiento la pesadez del calor reinante se expresa a través de motivos breves que trasmiten con exactitud esa atmósfera; paralelalemente, el violín solista imita, con la ayuda del instrumento bajo, el canto del cuco. Luego se une a ellos la orquesta, con el propósito de dotar a la escena de la enorme fuerza expresiva que irradia. Se escuchan una tórtola y un jilguero, y se "evoca la lenta respiración de un céfiro (divinización del viento en la mitología griega)". Surge el fuerte y repentino rumor del viento que en algo atenúa el calor embriagante.
Adagio
Se describe un ambiente calmo y sosegado, perturbado únicamente por el vuelo de moscas y moscardones. Este juego variable se repite vivamente, una y otra vez.
Presto
En este movimiento se describe una brusca tormenta de verano acompañada de fuerte viento cambiando de una dirección a otra. Este escenario de inquietud y agitación permanentes se alterna a lo largo de todo el movimiento entre la orquesta y el violín solista.
El Otoño, Op. 8, Nº 3, Concierto en Fa Mayor RV 2931
Allegro
Juegan aquí una melodía que interpreta el baile y canto de unos campesinos con otra que sugiere la aparición de un hombre ebrio, tambaleante y a punto de caer dormido. El profundo y aletargado sueño en que cae éste permite el retorno a la calma y se reexpone el tema principal.
Adagio molto
Movimiento éste de carácter apacible, expresa la quietud que sucede a la fiesta. El vino y la embriaguez han doblegado a todos y el silencio es profundo.
Allegro
En éste, se describe la caza y todo lo que a ella acompaña: los cazadores, con trompas y perros; la persecución, el sonido de las escopetas, la huída del animal herido de muerte y su dramática tristeza.
El Invierno, Op. 8, Nº4, Concierto en Fa Menor RV 2971
Allegro non molto
Este movimiento expone magistralmente la sensación de frío, la tormenta de nieve, los escalofríos, el castañeteo de dientes.
Largo
Aquí, los violines, en ligero, cadencioso y tímbrico pizzicato, imitan el sonido de la lluvia y el goteo del agua.
Allegro
Se camina por el hielo sufriendo todos los embates del invierno: el frío viento que golpea la cara, los temblores que sacuden el cuerpo. Luego, un viento suave silba en esa atmósfera, que más tarde se convierte en frío y en remolinos.
Es recomendable que cada vez que alguien se sienta oprimido por los niveles de estrés que produce la vida diaria, se dé el tiempo de escuchar cualesquiera de las obras que se mencionan en esta página, pero especialmente las Cuatro Estaciones, o únicamente un concierto (la Primavera o el Verano, el Otoño o el Invierno), o un movimiento tan sólo. Aun cuando este programa es válido para todos, las últimas investigaciones demuestran que resulta altamente beneficioso que sea practicado especialmente por los niños, incluso a partir de su gestación, y también por los adultos mayores, pues ambos segmentos son comprobadamente más sensibles y receptivos a esta música, alcanzando fácilmente un estado placentero de relajación y de recuperación de energías. Si esta experiencia logra en usted los resultados esperados, su existencia -siempre de la mano de Vivaldi- se verá fortalecida y gozará de la serenidad y paz que todos anhelamos. ®

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