Según la edición del Wall Street Journal del lunes 16 de junio pasado, la justicia federal estadounidense, como resultado de pesquisas que demandaron alrededor de un año, tiene previsto inculpar, por información tramposa, a los gerentes de dos fondos especulativos de la banca estadounidense Bear Stearns, cuyas oficinas fueron enérgicamente clausuradas en el verano del 2007.
En su momento, el insospechado fracaso de estos fondos fue, quizás, el elemento más significativo como detonante, o revelador de la monumental crisis financiera de los subprime, los afamados créditos hipotecarios de un tipo de interés bancario mayor que el tipo de interés preferencial, y que, en torno a ellos, cual si fueran las gallinas de los huevos de oro, se arremolinó lo más conspicuo del universo financiero (banca tradicional, fondos, etc.) con la mira puesta –algo nada extraño en este gran mundillo de agio monetario- en actividades especulativas orientadas a revender en serie tales préstamos de riesgo como productos financieros de altísimos beneficios.
La justicia norteamericana, representada para este caso por los procuradores federales del tribunal neoyorquino de Brooklyn, deberá demostrar que Ralph Cioffi, de 52 años, y Matthew Tannin, de 46 (quienes pasarán a la historia como los primeros detenidos por la crisis del crédito desatada en Estados Unidos), ocultaron a los inversionistas las tremendas dificultades que encerraban los dos fondos, compuestos mayormente por obligaciones respaldadas por los subprime: las denominadas CDO (obligaciones colaterales de deuda), cuyos grandes compradores han sufrido verdaderas debacles financieras. Uno de ellos, Merrill Lynch, que a la cabeza de Stan O`Neal había decidido arriesgarse invirtiendo más de 40.000 millones de dólares en obligaciones colaterales de deuda, ha tenido que acumular provisiones por valor de 8.000 millones, lo que, en definitiva, ha derivado en la histórica pérdida trimestral de 2.240 millones de dólares.
A pesar de que en abril del 2007 los inversionistas se comunicaron con Cioffi y Tannin, alarmados por rumores que circulaban en los corrillos financieros acerca de una probable crisis, éstos les aseguraron que no había motivo para inquietarse. Todo quedó en silencio. Sin embargo, en junio, Bear Stearns, finalmente, anunció que sus fondos especulativos se hallaban en una situación de inminente fracaso, y un mes después entregaron su balance en el que se revelaba una pérdida total para los inversores de 1.600 millones de dólares. Como no podía ser de otra manera, este anuncio provocó un descontrolado remezón en las bolsas del mundo, máxime si estos fondos gozaban, desde su aparición, de una elevada rentabilidad (alrededor del 11,5% por año entre octubre del 2003 y marzo del 2007, según el Bear Stearns High Grade Structured Credit Strategies). Hechas las investigaciones, los inversionistas descubrieron una asombrosa como dramática estrategia financiera ejercida por Bear Stearns: los dos fondos sumaban “una exposición al riesgo” de 30.000 millones de dólares y contaban únicamente con 1.500 millones de dólares en activos.
Sin duda que aparte de la candidez de los inversionistas al perder su dinero sin cerciorarse oportuna y absolutamente de la firma Bear Stearns en sí misma, de los dos fondos y de las obligaciones colaterales de deuda, están ahora, naturalmente, en el áspero período de recuperarlo. Y para que ello ocurra la instancia judicial ocupará un lugar preponderante. De modo que las sanciones que ésta pueda imponer a los gerentes de Bear Stearns harán jurisprudencia y mantendrán a raya a los patrones de fondos especulativos, entre los que se encuentra en primera lista el “zar de la especulación financiera mundial”, George Soros, mítico y oscuro sujeto del tráfico y la jugada monetaria que corta las economías como con navaja y desestabiliza naciones desarrolladas, y por supuesto subdesarrolladas (recordemos que en septiembre de 1992 apostó a la depreciación de la libra, e hizo temblar el sistema monetario europeo poniendo boca abajo al Bank of England; o cuando en 1998 provocó una hecatombe en la economía rusa al desatar la crisis del rublo; y, actualmente, advertido de la bonanza de la plata y el estaño es prácticamente el dueño de Potosí, a través de la millonaria inversión que ha ido a parar en su constitución final -como resultado de una extraña triangulación digna de investigarse- a la empresa minera San Cristóbal; inversión que a la postre no es más que otra maniobra de furioso mercantilismo para seguir jugando en los mercados financieros internacionales, puesto que Soros, por principio, no es inversionista; es especulador).
Sin embargo, éstos, los especuladores grandes -sin duda a la cabeza de Soros-, ya han acusado a Bear Stearns de haber manipulado el mercado de los productos adosados a los subprime, falseando ciertos índices de referencia sobre dicho mercado. Teniendo en cuenta que aquéllos, por su ilimitado poder, serán expertos en desnaturalizar a su máxima potencia lo que éstos pudieron haber desnaturalizado (no hay que olvidar que cuando alguien del mismo gremio comete un error debe ser eliminado), el fallo judicial se inclina desde ahora -primero porque los hechos así lo mandan, y segundo por la influencia en beneficio propio de los poderosos-, a demostrar fehacientemente las acusaciones que pesan contra Cioffi y Tannin, y esto, obviamente, tendrá un efecto contagioso sobre otras empresas que también han sido –y son- objeto de investigaciones sobre el affaire de los créditos subprime. Desde que se produjo esta crisis en el verano del 2007, el agente destinado a preservar el orden de la Bolsa de Wall Street, la Securities and Exchange Comisión (SEC), ha activado decenas de indagaciones sobre la emisión de CDO y otros instrumentos financieros complejos que, al cabo, han dado pie a que, por ejemplo, un directivo de la Pacific Investment Management Co. (PIMCO) haya puesto en tela de juicio a las agencias calificadoras por su deficiente apreciación de los riesgos.
Aunque los procedimientos judiciales sean exitosos, se comenta en el mundo de la moneda que la crisis está lejos de acabar, por más que lo peor haya pasado. Todo indica que va a durar y será costosa para la industria financiera. ®
En su momento, el insospechado fracaso de estos fondos fue, quizás, el elemento más significativo como detonante, o revelador de la monumental crisis financiera de los subprime, los afamados créditos hipotecarios de un tipo de interés bancario mayor que el tipo de interés preferencial, y que, en torno a ellos, cual si fueran las gallinas de los huevos de oro, se arremolinó lo más conspicuo del universo financiero (banca tradicional, fondos, etc.) con la mira puesta –algo nada extraño en este gran mundillo de agio monetario- en actividades especulativas orientadas a revender en serie tales préstamos de riesgo como productos financieros de altísimos beneficios.
La justicia norteamericana, representada para este caso por los procuradores federales del tribunal neoyorquino de Brooklyn, deberá demostrar que Ralph Cioffi, de 52 años, y Matthew Tannin, de 46 (quienes pasarán a la historia como los primeros detenidos por la crisis del crédito desatada en Estados Unidos), ocultaron a los inversionistas las tremendas dificultades que encerraban los dos fondos, compuestos mayormente por obligaciones respaldadas por los subprime: las denominadas CDO (obligaciones colaterales de deuda), cuyos grandes compradores han sufrido verdaderas debacles financieras. Uno de ellos, Merrill Lynch, que a la cabeza de Stan O`Neal había decidido arriesgarse invirtiendo más de 40.000 millones de dólares en obligaciones colaterales de deuda, ha tenido que acumular provisiones por valor de 8.000 millones, lo que, en definitiva, ha derivado en la histórica pérdida trimestral de 2.240 millones de dólares.
A pesar de que en abril del 2007 los inversionistas se comunicaron con Cioffi y Tannin, alarmados por rumores que circulaban en los corrillos financieros acerca de una probable crisis, éstos les aseguraron que no había motivo para inquietarse. Todo quedó en silencio. Sin embargo, en junio, Bear Stearns, finalmente, anunció que sus fondos especulativos se hallaban en una situación de inminente fracaso, y un mes después entregaron su balance en el que se revelaba una pérdida total para los inversores de 1.600 millones de dólares. Como no podía ser de otra manera, este anuncio provocó un descontrolado remezón en las bolsas del mundo, máxime si estos fondos gozaban, desde su aparición, de una elevada rentabilidad (alrededor del 11,5% por año entre octubre del 2003 y marzo del 2007, según el Bear Stearns High Grade Structured Credit Strategies). Hechas las investigaciones, los inversionistas descubrieron una asombrosa como dramática estrategia financiera ejercida por Bear Stearns: los dos fondos sumaban “una exposición al riesgo” de 30.000 millones de dólares y contaban únicamente con 1.500 millones de dólares en activos.
Sin duda que aparte de la candidez de los inversionistas al perder su dinero sin cerciorarse oportuna y absolutamente de la firma Bear Stearns en sí misma, de los dos fondos y de las obligaciones colaterales de deuda, están ahora, naturalmente, en el áspero período de recuperarlo. Y para que ello ocurra la instancia judicial ocupará un lugar preponderante. De modo que las sanciones que ésta pueda imponer a los gerentes de Bear Stearns harán jurisprudencia y mantendrán a raya a los patrones de fondos especulativos, entre los que se encuentra en primera lista el “zar de la especulación financiera mundial”, George Soros, mítico y oscuro sujeto del tráfico y la jugada monetaria que corta las economías como con navaja y desestabiliza naciones desarrolladas, y por supuesto subdesarrolladas (recordemos que en septiembre de 1992 apostó a la depreciación de la libra, e hizo temblar el sistema monetario europeo poniendo boca abajo al Bank of England; o cuando en 1998 provocó una hecatombe en la economía rusa al desatar la crisis del rublo; y, actualmente, advertido de la bonanza de la plata y el estaño es prácticamente el dueño de Potosí, a través de la millonaria inversión que ha ido a parar en su constitución final -como resultado de una extraña triangulación digna de investigarse- a la empresa minera San Cristóbal; inversión que a la postre no es más que otra maniobra de furioso mercantilismo para seguir jugando en los mercados financieros internacionales, puesto que Soros, por principio, no es inversionista; es especulador).
Sin embargo, éstos, los especuladores grandes -sin duda a la cabeza de Soros-, ya han acusado a Bear Stearns de haber manipulado el mercado de los productos adosados a los subprime, falseando ciertos índices de referencia sobre dicho mercado. Teniendo en cuenta que aquéllos, por su ilimitado poder, serán expertos en desnaturalizar a su máxima potencia lo que éstos pudieron haber desnaturalizado (no hay que olvidar que cuando alguien del mismo gremio comete un error debe ser eliminado), el fallo judicial se inclina desde ahora -primero porque los hechos así lo mandan, y segundo por la influencia en beneficio propio de los poderosos-, a demostrar fehacientemente las acusaciones que pesan contra Cioffi y Tannin, y esto, obviamente, tendrá un efecto contagioso sobre otras empresas que también han sido –y son- objeto de investigaciones sobre el affaire de los créditos subprime. Desde que se produjo esta crisis en el verano del 2007, el agente destinado a preservar el orden de la Bolsa de Wall Street, la Securities and Exchange Comisión (SEC), ha activado decenas de indagaciones sobre la emisión de CDO y otros instrumentos financieros complejos que, al cabo, han dado pie a que, por ejemplo, un directivo de la Pacific Investment Management Co. (PIMCO) haya puesto en tela de juicio a las agencias calificadoras por su deficiente apreciación de los riesgos.
Aunque los procedimientos judiciales sean exitosos, se comenta en el mundo de la moneda que la crisis está lejos de acabar, por más que lo peor haya pasado. Todo indica que va a durar y será costosa para la industria financiera. ®
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