jueves, noviembre 22, 2007

MR. WHITE

En 1998 el Partido Republicano de Estados Unidos ganó a un antiguo neonazi y simpatizante del Ku Flux Klan para ocupar el puesto vacante de senador en el Congreso de esa nación. Aún sin que hubiera la certeza de su elección, decían los analistas de la época que, “vergonzosamente, la larga caperuza blanca de David Duke (Tulsa, Oklahoma, 1950), volvía a sobrevolar sobre los republicanos”, refiriéndose a que el político de Louisiana había anunciado presentarse a las elecciones para cubrir el escaño vacante dejado por Bob Linvingston, un hombre al que le fue impuesta su decisión de dimitir debido a sus constantes infidelidades conyugales, hecho no poco raro en la política de Estado Unidos que defiende a brazo partido la buena conducta de su representantes, aunque, en rigor, la doble moral sea generalmente el ingrediente oscuro de quienes deciden sobre la suerte de tal o cual personalidad política (así como ocurre en todas partes). No obstante, cuando el comportamiento de alguno de ellos sobrepasa los límites se imponen las sentencias más drásticas. Y entonces, David Duke, el famoso Mr. White, ascendió prontamente, así como meteórica ha sido su carrera política, al cargo de senador. Ya en 1989, enfrentándose a todo el establishment político y mediático de su país, este hombre fue elegido congresista por Louisiana, y luego, mediante aplastantes victorias en dos elecciones estatales, obtuvo primero la senaduría y posteriormente el cargo de gobernador, ambas apoyado por votantes euroamericanos, y cerrando con broche de oro el accionar de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente Blanca fundada por él en los años ochenta.
Odiador de todo el mundo –como suelen calificarlo-, goza sin embargo de la admiración de los blancos que se honran de ser blancos, al punto de que el número de seguidores que arrastra en Louisiana es singularmente enorme. Crítico con el gobierno de su propio partido, Duke ha sido señalado con el rótulo de activista opositor a la guerra de Irak, pues, según él, se trata de una confrontación bélica librada exclusivamente por los intereses de Israel y las altas finanzas. A pesar del favor que recibe de una importante población de los Estados Unidos, pero así también de la aversión de una inmensa mayoría, todos parecen unirse sin embargo -disconformes con la política belicista del gobierno de Bush- en torno a su eslogan Support Our Troops, bring`en home, (apoyemos a nuestras tropas, traigámoslas a casa).
Según los que lo siguen de cerca, su tesis de mayor impresión es la de que “los sionistas quieren la supremacía no sólo en Oriente Medio, sino sobre todas las naciones”, y sostiene que el poder sionista está llevando a Estados Unidos y al mundo entero a una catastrófica globalización que eliminará la diversidad humana y la libertad (nótese la inconsecuencia con sus postulados). Es por estos principios que ocasionalmente sale de Estados Unidos y se embarca en maratónicas expediciones por el mundo entero ofreciendo conferencias, especialmente por Europa, donde la creciente actividad de los grupos neofascistas es incontrolable. Y con mayor exceso en España, donde este fascista rabioso llegó a las ciudades de Madrid, Valencia, Valladolid y por supuesto Barcelona -tal vez uno de los baluartes más repudiables del neofascismo europeo, de cuyas últimas acciones todo el mundo ha sido testigo por prensa, televisión o Internet- a dar charlas el 18, 19 y, sobre todo, el 20 de noviembre recientemente pasado, coincidiendo, en una densa atmósfera, con un nuevo aniversario de la muerte de Franco. Auspiciado por Democracia Nacional, organización de ultraderecha presidida por Manuel Canduela, y por Alianza Nacional, otro grupo extremista, uno de los temas sobre los que disertará, para solaz de los que en pleno siglo XXI todavía hacen con unción el saludo nazi, será De la sociedad multirracial a la sociedad multirracista; sin duda una atractiva propuesta para los fanáticos de este arrogante y provocativo Hitler en miniatura de nuestros tiempos. ®

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