
Si al Movimiento al Socialismo (MAS) se le hubiera ocurrido convocar a los llamados movimientos sociales, que en ese momento eran la única potencia para arrancar con la Asamblea, fortalecerla y consolidarla hasta su legítima aprobación, y no recurrir a las fuerzas políticas que abusiva y porfiadamente pretendieron que el pueblo deliberara como si este órgano fuera una réplica o una prolongación del congreso, estaríamos hoy respirando aires de consenso y armonía. Pero la realidad ha sido otra, y hoy sentimos el espeso olor del luto, la confrontación, el dolor y el odio. Ha sido un largo y tenso período en el que, a punta de transgredir la ley, como aprobar la Constitución por mayoría simple y no por los dos tercios, desconocer la ley de convocatoria, y otros vericuetos propios de una Asamblea inútil y ociosa comandada por el MAS mediante comisiones con poder absolutista ( recordemos el funcionamiento de mayorías y minorías simultáneas), y que ha costado exorbitantes cantidades de dinero al erario nacional, a ninguno de los asambleístas (incluidos los de una oposición tan estéril como caprichosa –naturalmente con honrosas excepciones como también las hay en el MAS-) se le mueve un pelo cuando a la hora del balance se evidencia que en el pleno no se aprobó ningún artículo de la Constitución.
Y para más remate la intromisión de Evo Morales y Álvaro García Linera fue permanente en un escenario donde sus “recomendaciones” debían ser desoídas, atentos a que la Asamblea Constituyente es un órgano absolutamente independiente de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Pero eso no fue así, y el resultado salta a la vista: se ha aprobado una Constitución inventada por los pocos asambleístas que levantaron la mano con el entusiasmo propio de los niños, bajo las órdenes de la presidenta de la Asamblea, una mujer luchadora y consecuente, es cierto, pero traicionada por una ignorancia verdaderamente inquietante, que no avizoró en ese minuto las consecuencias de una decisión apresurada, exaltadora de ánimos y propiciadora de corrientes de sangre. Un muerto, o cien, es lo mismo. Ya Evo Morales carga sobre sus espaldas un buen número, y eso que tanto luchó el pueblo (implicado él mismo) para que caigan Sánchez de Losada y su gente. ¿Entonces qué es esto? Que nos expliquen, porque no entendemos. Lo único que al final puede decirse es que ahora el futuro se presenta peligrosamente incierto, como lo es, sin exagerar, la noción de Patria. ®
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