domingo, noviembre 18, 2007

EL BOCÓN

El bocón es, por lo general, un individuo que sin un ápice de mesura ni de cortesía va descargando por doquier epítetos de todo calibre. Y si a eso le sumamos que el bocón al que nos referiremos es un militar golpista transformado en un demócrata de “facto”, y por añadidura presidente de un país, la cosa resulta peor, pues, por propia naturaleza, el hombre no sabe de protocolos, ni de diplomacia, ni de nada parecido, y entonces, más inclusive que un ser exótico, o rara avis –como así se expone a los ojos del planeta-, es, a la hora de analizarlo como gobernante, un hombre impertinente, desatinado, torpe, y hasta hace el mayor esfuerzo para que unos y otros lo consideren despreciable, con toda la carga de indignidad que ello supone para él, aunque esto, aparentemente, le importe un bledo.
El bocón se las sabe todas, sólo porque le sobra el dinero. Entonces apunta su lengua al blanco que le dé la gana, y pasando por alto toda etiqueta -algo que proviene no más de una educación y formación muy pobres, y que se acentúa exhibiendo sus malas maneras ante el mundo entero- dispara indistintamente su ráfaga de adjetivos contra Uribe, Rice, Bush, Aznar, Insulza, o Alan García, a quien llama “pícaro, ladrón y corrupto”, en una alarmante muestra de total desconocimiento del arte de la discreción, más aún tratándose (el bocón) de una personalidad a la que su pueblo le ha acomodado la banda presidencial, seguro de encontrar en él al auténtico estadista y no al caudillo bochinchero, charlatán y camorrero cuyos arranques de estupidez sólo encuentran eco en las risotadas de sus esbirros.
El bocón salió por sus fueros en la XVII Cumbre Iberoamericana de Presidentes, y sin percatarse siquiera de que estaba en Chile, país anfitrión de tan importante acontecimiento, se prolongó, no sólo en críticas al tinte neoliberal de la socialdemocracia chilena, sino en calificativos inoportunos y hasta incoherentes acerca de la política exterior de ese país, apropiándose indebida y exageradamente de temas propios y muy sensibles de la nación trasandina, que competen, además, a otros países, como el referido al conflicto que separa a Bolivia de Chile por el planteamiento del primero a una salida soberana al Pacífico. Sin duda que este dislate nada bien le hizo a su par Evo Morales (a quien despectivamente llama “indio”, sin antes echarse, con coraje, un necesario vistazo al espejo), ni al equipo diplomático que con buenos augurios trabaja con ahínco para encontrar fórmulas de acercamiento y solución. Pero el bocón es así. Si le viene en gana puede desbaratar gestiones como ésta, tan trascendentales para una nación –tal vez con qué oscuros propósitos-, pues sabe que el sumiso gobierno boliviano, a pesar de tamaña intromisión, permanecerá en silencio a la espera de los cheques venezolanos que salpican como agua bendita, a cambio de que sus tropas continúen invadiendo territorio boliviano con el sigilo propio de los ofidios, y desde ahí empezar a construir esa megalómana idea llamada la “Gran Patria Bolivariana”.
El bocón, entonces, es un hombre peligroso que corta los vuelos a su pueblo, ya que es capaz de las más brutales represiones y acallar medios de información sin que se le mueva una pestaña, y pretende sojuzgar a otros, excitado por su demencial delirio de grandeza. Es un pájaro de mal agüero que muy poco se respeta a sí mismo, y que de tanto fanfarronear dice lo que quiere, pero oye lo que no quiere, y entonces, a alguien, porque también le da la gana –en este caso, la real gana-, se le ocurre sorprenderlo, ¡por qué no!, con un preciso: ¿Por qué no te callas? ®

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