A través de su agitada como apasionante historia Gran Bretaña ha sido siempre el rincón iluminado del mundo. Sus personajes y hechos célebres la han marcado en esa singular dimensión, pese a que muchos de ellos han sido objeto de la condena de propios y extraños. Sin embargo, no cabe duda de que ese brillo, esa estela centelleante propia del británico, le han conferido una particularidad única, algo así como un alma sustancial sin cotejo. El que Shakespeare sea considerado el autor más importante en lengua inglesa y uno de los más ilustres de la literatura universal de todos los tiempos da fe de sólo una "menuda" parte de lo anteriormente dicho, pues hay otros sucesos, y hombres y mujeres, que han calado hondamente en la edad y acontecimientos de nuestro fértil planeta; como que Field Marshall Arthur Wellesley, primer duque de Wellington y Mariscal de Campo, hubiera derrotado al entonces invencible Napoleón en la célebre batalla de Waterloo; o que los mares hayan sufrido las caricaturescas, pero bravas fechorías de los piratas Morgan y Duncan, sutilmente descritas con un sabor grato; o que algunos científicos como Broad, Wade y otros le hayan hecho cargos a Darwin por haber plagiado la mayor parte de la teoría de la evolución, afirmando que los principios fundamentales de la selección natural fueron propuestos antes que él por el naturalista Edward Blyth; o que Paul, George, John y Ringo hubieran revolucionado la música del siglo XX en un frenesí de electrónica y melenas; o que Churchill humedecía diariamente el gañote con una botella de “scotch”; o que viendo “Psicosis”, de Hitchcok, o repasando “Diez negritos” de la genial Agatha Christie, uno piense que el meridiano de Greenwich, semicírculo imaginario que une los polos y pasa por Greenwich, más precisamente por el antiguo observatorio astronómico de este suburbio de Londres, da la hora que vemos en nuestros relojes; o que los ingleses inventaron el fútbol; o que, según el periódico inglés The Times, un equipo de científicos militares ingleses creará tecnología avanzada antiterrorista con armas similares a las que usa el archiconocido agente secreto James Bond; o que, en fin, en esta dispar y breve memoria del Reino Unido, Tony Blair, el primer ministro, abanderado del Partido laborista de extracción obrera, y fundado para hacer frente al arraigado Partido conservador británico, hubiera adquirido recientemente su quinta propiedad, avaluada en más o menos 1.800.000 dólares estadounidenses... Y a pesar de lo bueno y lo malo que hay en Gran Bretaña, su aroma sustancial, su yo británico, no tienen límite; y todo es tan natural y auténtico que nada parece descabellado.
Hace poco la universidad inglesa de Bath ha creado la carrera de Dirección Funeraria en la que se formarán expertos en entierros y funerales, muy necesarios, según opina Alan Slater, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Directores Funerarios, en una sociedad como la británica, cada vez más multicultural y donde los entierros son menos convencionales, al punto de que todo se ha reducido a que el cuerpo sea cremado y sus cenizas arrojadas al aire por medio de fuegos artificiales. El curso contemplará todas las ceremonias de rigor, desde el levantamiento del cadáver hasta el entierro, pasando por todos los ritos de honor en el velatorio y la inhumación. Pioneros en tantas otras materias, aparentemente excéntricas, como por ejemplo seguir estudios de golf en la Universidad de Lincoln, o la propuesta de la de Staffordshire de estudiar una carrera de cultura futbolística centrada en la figura de David Beckham, los británicos se lanzan ahora hacia una revolución cultural que observa la muerte desde una perspectiva académica. ®
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