lunes, febrero 26, 2007

EL ENCANTO DEL ELÍSEO



Si “Ségo” tuvo el talento de imponerse en las primarias electorales a los “tigres” de su partido, días después de presentar su programa electoral, éstos, todavía respirando por la herida, deben estar frotándose las manos pues la intervención de Mme. Royal en una interpelación televisiva nocturna de tres horas ante una platea de 100 personas que representaba a toda Francia, y con medio país pegado a los televisores, al parecer, a juicio de sus seguidores, no salió bien parada frente a un implacable interrogatorio sobre los temas más inquietantes de la actual situación francesa. “Mucha gente se burla de mí porque aseveran que lo que yo hago no es política. ¡Pero es la política! Tengo una manera diferente de hacer política que escapa a la tradicional, dijo en tono de reproche”. Era obvia la alusión a aquéllos, los refutadores tradicionalistas de su partido, ajenos a admitir que todos juegan en el mismo paño, y que ante el resultado avasallador de las primarias del PS, en lugar de situar por encima de todo la ideología del partido, insisten en no poder identificarse con el discurso de Royal.Como señaló una analista, “Ségo” demostró una vez que está más cómoda con el suyo, y que si va a perder la elección, parecería que prefiere morir con las botas puestas”. “Siempre es más duro para las mujeres, y por eso asumo mi propia identidad. Yo hago la política de otra manera y eso es lo que desconcierta”, aclaró hidalgamente, dando prueba una vez más de un estilo natural y privativo. Necesario es puntualizar que la interpelación merecía la más absoluta claridad de objetivos y propuestas de la candidata, pues las 100 personas de la tribuna escogidas para representar a Francia, se aglutinaban en lo más heterogéneo de la sociedad francesa, y naturalmente que debía estar preparada para contestar cualquier pregunta, incluso la más capciosa, como aquella que se le formuló si François Hollande, secretario del PS y padre de sus cuatro hijos, seguiría ocupando el cargo. Aunque la respuesta no fue todo lo concreta que merecía la pregunta, se limitó, escurriendo elegantemente el bulto, a reafirmar el talento de su compañero.
Choferes, desocupados, maestros, obreros, ferroviarios, alcohólicos, le preguntaron sobre diversos asuntos: desde el aumento del salario mínimo, la eliminación de cargas sociales para las pequeñas empresas, las jubilaciones, hasta el sistema de salud, la solución para los suburbios, la inmigración y otros temas que a cualquier otro candidato hubieran puesto en un brete. Sin embargo, con la experiencia ganada en su triple ejercicio como ministra, y recogida asimismo como actual presidenta de la región y cuatro veces diputada, salió airosa de la prueba, y la crítica la aprobó con buena nota. En definitiva, los temas de fondo que la candidata del PS pretende poner en práctica en caso de ser elegida presidenta, son el socorro al desvalido y la nacionalización nuevamente de las empresas de servicios públicos, propuesta diametralmente (UMP) distante, si no contraria, a la de su principal adversario, el candidato conservador de La Unión para un Movimiento Popular y actual ministro del interior Nicolas Sarkozy, quien no se aparta de una línea maestra fuerte que apunta a la conservación del orden público y al recorte de impuestos. A pesar de la crítica generosa de los analistas más avezados, días después de dicho programa de televisión, Sarkozy, presumiblemente a costa de la intervención de Ségo” en él, habría conseguido, según un sondeo de “Le Parisien”, un punto más de ventaja, con lo que obtendría un cómodo 33% de los votos frente a un 27% de “Ségo” en la primera vuelta, y un 55% contra un 46% de Royal en la segunda. Más atrás, según esta misma encuesta, se ubicaría el 29% de los consultados que reveló su disposición de abstenerse o votar en blanco en la liza electoral, en tanto que el pertinaz candidato ultranacionalista, Jean-Marie Le Pen, contaría con el respaldo de un 14% del electorado.
Pero cabe aquí hacer una digresión importante, si no trascendental. Así como en las elecciones anteriores emergió el candidato ultranacionalista como una opción impensada, los candidatos de vanguardia se enfrentan a un nuevo desafío: el “Tercer Hombre” de la política francesa (tal como opina Henry Astier de la BBC): el líder del movimiento centrista Unión para la Democracia Francesa (UDF), François Bayrou, quien procura salvar lo que llama la "prehistórica" brecha entre la izquierda y la derecha. Hijo de un granjero del suroeste de Francia, literato y maestro, católico practicante, se casó a los 20 años y tiene cinco hijos. Es agradable a los ojos de la opinión pública no sólo por su faceta familiar y hasta campestre ayuidando a su madre en los quehaceres en la granja, ordeñando vacas y manejando un tractor, sino también porque su pasado y falta de fortuna personal lo han acercado estrechamente a los votantes. Tal vez, imbuido de esta especial manera de ser, ha ensayado por mucho tiempo -tal como afirma Astler- romper con los moldes tradicionales de la política francesa. Su irrupción en ella se remonta a los años 80, y más tarde, entre 1993 y 1997, ejerció como ministro de educación en gobiernos de centro derecha. Jean-Daniel Lévy, de la firma encuestadora CSA, sostiene que una de las razones del surgimiento de Bayrou “es el desencanto que sienten muchos votantes izquierdistas ante la campaña de Royal, plagada de desatinos en política exterior, y por las disputas internas que han quebrantado su credibilidad”. Se la critica porque no es vista como una candidata que tenga en buen funcionamiento su brújula, además de que Bayrou, por otro lado, ofrece una indiscutible figura de estadista, lo cual no se percibe en ella. El programa de Bayrou –cuidadosamente concebido-se orienta a lo que él llama las seis E: empleo, educación, economía, la exclusión, Europa y environnement (medio ambiente). Con todo lo que tiene a favor el candidato se ha colocado a una diferencia de seis puntos con Royal, y no pocos insinúan que podría ganar a Sarkozy o a “Ségo” en una segunda vuelta, superando con creces, naturalmente, el magro 7% que obtuvo en las elecciones del 2002.
En suma, y aunque es muy prematuro decirlo debido fundamentalmente a la volubilidad de las encuestas, todo parece indicar sin embargo, que Bayrou puede alcanzar lo que nadie se habría animado a pensar hace algunos meses; que Sarkozy se mantendrá firme, sin apartarse ni un milímetro de una línea inflexible y objetivos perfectamente claros; y que pese al carisma y tono de hacer política de Mme. Royal, al parecer éstos no le serán suficientes a la candidata (es más, su estilo político va en desmedro de ella) para ocupar el sillón supremo de Francia. ®

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