
La situación en Irak atravesaba por uno de sus peores momentos, y el presidente Bush insistía en el envío de más soldados, a pesar de la oposición del Congreso, de la Comisión de Irak dirigida por James Baker –tal vez el asesor más cercano de George Bush padre-, de los propios líderes republicanos (que han comenzado a rebelarse en contra del presidente), y de la opinión pública que, con esa probable decisión, se puso a temblar ante la eventualidad de vivir otra experiencia traumática como la de Vietnam.
Pero haciendo oídos sordos a la férrea oposición, Bush anunció hace unas semanas el envío de 20.000 soldados que se unirían al contingente de 132.000 emplazado en la zona de conflicto. Así como Woodward reveló en su libro las reuniones que Bush sostenía regularmente con Kissinger, muchos analistas dieron por hecho que la determinación de desplazar a una fuerza militar tan numerosa obedecía a las recomendaciones del ex secretario de Estado, pues la táctica era similar a la que este estratega planeó a principios de 1971 cuando, convencidos él y el presidente Richard Nixon de que una victoria en Vietnam era prácticamente imposible, “la cuestión entonces –como señala un analista-, no era salir o no de Vietnam, sino cómo mantenerse allí hasta después de las elecciones presidenciales de 1972”. El escenario, no obstante, se presentaba ahora con otra coreografía, otros actores, otro público y otro drama... Irak no es Vietnam. Roger Morris, ex funcionario durante el mandato de Nixon del Consejo Nacional de Seguridad, juzga que no sólo no son la misma cosa, sino que Irak es peor que Vietnam, “porque se trata del mismo comportamiento esperando un resultado diferente, uno de los rasgos principales de la locura”. Y la locura proviene del propio Kissinger, que para el caso de Vietnam tenía un decisivo as bajo la manga. En efecto, en su primera entrevista con Chou En-lai, se comprometió a retirar las tropas y dejaría la suerte de la política vietnamita en manos de los propios vietnamitas. “Lo que queremos es un intervalo decente”, fue la frase suprema. Y ese intervalo decente perseguía apabullar a la oposición demócrata calificándola de temerosa y frágil; sutileza psicológica para conseguir su objetivo: que Nixon gane las elecciones de 1972. Pero con el presidente Bush tal maniobra no es posible, ya que no puede ser reelegido el 2008. Según los analistas el presidente norteamericano está consciente de que no hay ninguna posibilidad de vencer en Irak. Entonces, ¿cuál es el propósito al enviar 20.000 efectivos más? Muchos sostienen que Kissinger está trabajando en un terreno absolutamente sensible: cuidar el legado presidencial de Bush, promoviendo todavía más la imposición de la fuerza para asentar en definitiva la democracia en Oriente Medio, y así restaurar la imagen que llevó a la presidencia a George W. Bush.
Por ahora, se ve como una tarea difícil, si no imposible de alcanzar. ®
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