domingo, febrero 04, 2007

HASTA LOS MIL

Hace un tiempo, el científico especializado en genética de la Universidad de Cambridge, Aubrey de Grey, divulgó al mundo el resultado de incontables experimentos de laboratorio que aseguran la prolongación de la existencia del hombre hasta los... mil años. Sin siquiera pestañear, este docto de una de las más reconocidas universidades del mundo –algo que obviamente llama la atención- ha explicado que esta “eternidad finita” tiene su fundamento en la disminución de daños moleculares y celulares, argumento científico a partir del cual pretende inaugurar muy pronto una histórica revolución genética cuyos primeros favorecidos serían personas que hoy rondan los sesenta años. Llama la atención –decía- que una universidad como la de Cambridge no haya censurado, o acallado, las especulaciones de este hombre cuya descomunal declaración nos transporta al otrora mundo de la alquimia, en que personajes de toda estirpe (sabios anacoretas, pesquisidores de la piedra filosofal y otras perlas), y avezados en la superchería, conquistaban el favor de los crédulos preparando pócimas y mágicos bálsamos para alcanzar justamente lo que nuestra distinguida lumbrera de Cambridge propone: poco menos que la inmortalidad.
Hasta donde se sabe, no ha habido una reacción en especialistas de universidades de prestigio, institutos o centros mundiales de exploración genética acerca de la colosal, pero extravagante –y hasta chabacana- revelación del investigador en cuestión. Pero sí ha merecido la noticia el interés de la prensa internacional que, entusiasmada con la idea de proclamar a un auténtico
Paracelso trasplantado al siglo XXI, lo está cubriendo de fama con un irreverente despliegue de artículos y fotografías que atenta contra la inteligencia y el sentido común de las personas, pues se advierte a simple vista que no se trata más que de una excentricidad propia de un nigromante que busca notoriedad con sus estrambóticas visiones.
Pero el mundo da para todo, y los seres humanos, tal vez para huir de nuestra vacua cotidianidad, hacemos aparecer de cuando en cuando a sujetos que gozan de la facultad de hechizar con sus propias alucinaciones a cuanto cándido pulula por el planeta. Así, con una sagaz plataforma de mercado, se dan a conocer extraños personajes como
Krishnamurti por ejemplo, hace algunas décadas, –“filósofo” poco menos que celestial-, o al mismísimo Paracelso que tuvo la “virtud” de cautivar a la gente afirmando que la salud y la enfermedad se hallaban subordinadas a influencias astrales. Y narra un estudioso de este alquimista y médico suizo que cuando murió, su cadáver fue expuesto a ciertos oscuros sortilegios que indujeron a que el sabio resucitara de entre los muertos. De manera que, haciendo números, Theophrastus Philippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, verdadero y melódico nombre de Paracelso, estaría por cumplir, aproximadamente, los 515 años de edad. Huelga decir entonces que Aubrey de Grey –con su alegre teoría- pueda ser conceptuado (vana ilusión suya) como... el primer profeta de la inmortalidad. ®

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