
Según noticias provenientes de España, el 24 de octubre pasado, el atacante se encontraba en un bar consumiendo cervezas en compañía de amigos, y de acuerdo con el sitio de Internet del diario El País, asediado por la prensa, Martí habría amenazado, con la cara pintada de arrogancia y valentía cavernaria: “¿No tenéis un bazoka? ¡Que vengan a detenerme!”. Sin duda que esto lo había dicho excitado por lo que ocurrió el día anterior, cuando, convertido ya en una auténtica celebridad, había pasado las horas atendiendo a alguna cadena de televisión, a cambio de dinero, en el interior de su domicilio, en el municipio de Santa Coloma de Cervelló. Ya lo dijimos con anterioridad. El grado de intolerancia y racismo que hoy se respira en España -siempre con la prudencia de no generalizar-, ha llegado a extremos insospechados; tanto, que no existe un solo lugar de la Península de donde no lluevan, periódicamente, noticias semejantes a la que comentamos. ¿Qué pasa con los españoles, y con los catalanes en particular? ¿O es que su socialismo de caricatura es sólo una simple fachada tras la cual se esconde un abominable odio racial que los está envenenando? Esperemos que así como el juez Garzón se pavonea por cuanta latitud y longitud tiene nuestro planeta para condenar a quien le venga en gana (no así a los franquistas que aún caminan impunes), haga lo propio, y si no él, el ministerio de Justicia de España para detener y poner tras las rejas a este sujeto delirante.
Nos imaginamos cómo José Martí, el ilustre prócer de Cuba, se estará agitando en su tumba, a más de cien años de su muerte, advertido de que un xenófobo furioso esté envileciendo su honroso apellido. ®
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